Hasta la Primera Guerra Mundial, la duración de los conflictos era en general bastante corta. Excepto en los asedios, las batallas eran rápidas y los militares no esperaban mucho para entrar en combate. Pero, tras las primeras batallas de 1914, la guerra se estanca en las trincheras. Los soldados esperan los ataques enemigos o una orden de asalto, atrincherados en sus galerías. Y entre las ofensivas, o en los campamentos ubicados en segunda línea donde descansan antes de regresar al frente, pasan una gran parte del tiempo sin actividad ninguna.
Esta situación sin precedentes da lugar a un arte popular único: la artesanía de trincheras. Para pasar el tiempo, algunos soldados comienzan a fabricar, con materiales comunes o de desecho, joyas o artefactos decorativos que regalan a sus familiares, amigos o venden para complementar su salario.
Carcasas de proyectiles vacíos, municiones, adornos, monedas y otros objetos metálicos se transforman así en jarrones, tinteros, pisapapeles, encendedores, anillos…
Inicialmente fue muy espontánea, pero la artesanía de las trincheras ganó impulso rápidamente. El entusiasmo que despierta en la retaguardia entre la población civil, conduce a la creación de una verdadera industria. Los talleres dedicados a la fabricación de estos objetos se establecen en campamentos de segunda línea. También se organizan exposiciones y ventas para mostrar el trabajo de los soldados y apoyar acciones benéficas. Todo el mundo quiere ver o poseer un objeto hecho por un soldado, los anillos en particular tienen un éxito considerable. Para los civiles en la retaguardia, estas creaciones únicas representan no solo un recuerdo de los amigos y familiares que están al frente, sino también una conexión con el corazón de la guerra. Tener frente a ellos objetos hechos con los materiales que rodean a los soldados, y especialmente aquellos directamente relacionados con el combate —municiones, proyectiles, armas—, les da la impresión de compartir parte de la experiencia de los combatientes. Y participan, a través de su compra, en el esfuerzo bélico, es decir, en la victoria. La artesanía de la trinchera es el soporte de una importante inversión emocional y psicológica no solo en los civiles, sino también en los soldados que expresan a través de la iconografía de estos objetos, los ideales por los que luchan, sus concepciones del enemigo, sus deseos, o sus miedos.