Kehlsteinhaus, también conocido como El Nido del Águila, es un edificio tipo chalet que debía ser una extensión del complejo Obersalzberg proyectado por los nazis en los Alpes bávaros cerca de Berchtesgaden. Fue un regalo oficial del partido nazi para Adolf Hitler por su 50° cumpleaños. Apodado el nido del águila por un diplomático francés, debía ser una casa de retiro para Hitler y un palacete para recibir a los dignatarios y diplomáticos visitantes.
Fue encargado por Martin Bormann, y tras un período de construcción de más de 13 meses fue presentado formalmente a Hitler en 1939. Está situado en una loma en la cima de la montaña Kehlstein (1834 m) y se llega a él por un camino espectacular de 6.5 km, que costó 30 millones de marcos (cerca de 150 millones de euros de la actualidad).
Los últimos 124 m hasta el Kehlsteinhaus son salvados por un elevador ubicado en un túnel excavado directamente hacia abajo en la montaña y conectado a otro túnel bajo el granito del terreno. El interior del gran carro del ascensor está recubierto con bronce pulido, espejos venecianos y cuero en tonos verdes. El elevador sigue utilizándose diariamente.
La construcción del sistema de elevador en la montaña costó la vida de 12 trabajadores.1 La sala principal está dominada por una chimenea de mármol italiano rojo, regalo de Mussolini. Gran parte del mobiliario fue diseñado por Paul László.
Hitler la usó muy poco. Por lo visto solo subió en una decena de ocasiones, y durante poco espacio de tiempo. No le gustaban mucho las alturas, y decía que le faltaba el aire al haber menos oxígeno a esa altitud. La que sí la utilizó mucho fue Eva Braun, que subía a tomar el Sol, y que incluso organizó allí la boda de su hermana.
«Abril de 1945. Las tropas aliadas ya han desembarcado en el continente y están liberando Francia junto con tropas del ejército francés. Se han internado en Alemania y están a punto de llegar a Berchtesgaden.[…]Hace calor, el camino es muy complicado, y tienen que detenerse con frecuencia por el peligro de minas y trampas. El aire es demasiado tenue y les cuesta respirar. Cuando llegan a la cima, están exhaustos. Entran en la casa, y en el sótano se encuentran con una puerta blindada. Colocan una pequeña carga de explosivos. La detonan, y una vez que se despeja el polvo y el humo, la puerta aparece ligeramente abierta. Y Bernard se cuela por la pequeña apertura. Está muy oscuro. Enciende la linterna, ilumina la enorme estancia, y le cuesta unos segundos darse cuenta de lo que allí hay. No se lo puede creer. Apunta con la linterna a las paredes de la estancia, y se queda abrumado. Sólo se ven botellas y más botellas. En las estanterías de las paredes, en cajas de madera… Están todos los grandes vinos, todas las añadas legendarias. Los Rothschild, los Mouton, los Lafite… los mejores Burdeos, los más extraordinarios vinos que ha visto nunca. Echa una cuenta rápida. Por lo menos hay medio millón de botellas.» – Extracto de la Novela
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