Sigo en Madrid, empapándome de la atmósfera del barrio donde vive Oteiza, intentándo replicar sus actividades diarias para meterme un poco más en el personaje.
El running es una actividad física a la que me he aficionado en los últimos años. Soy una corredora discreta, que no supera los 8 kms por entrenamiento, sin la capacidad ni la resistencia de Oteiza. Hoy me he calzado las zapatillas, me he ido al Barrio de las Letras, y desde su portal he comenzado el recorrido que ella realiza casi todos los días.
«Y en cuanto atraviesas la puerta del Retiro aumentas el ritmo. Te gusta correr. Te gusta sufrir corriendo. Te gusta sentir como la demanda de oxígeno de tus músculos abotarga el inclemente parloteo de tu mente. Mantienes el ritmo de tu respiración. No te gusta llevar música, porque quieres oírte; quieres escuchar al aire entrando y saliendo de tus pulmones, el quejido de tu garganta cuando estás al borde de la extenuación. Quieres escuchar el crujir de las hojas bajo tus zapatillas, el amortiguado sonido de su pisada sobre la arena y la hierba.»
«Siempre haces el mismo recorrido. Entras por la puerta de Felipe IV y atraviesas el Parterre. Y sigues recto, dejando el estanque a tu izquierda, hasta llegar a la parte este. Y entonces giras hacia el borde sur del parque. Y justo en el Angel Caído vuelves a girar en dirección norte. Es tu punto favorito del recorrido. Cada vez que pasas por la oscura estatua, el ángel abre aún más su boca, desgarra el aire con su grito, y escuchas de nuevo los versos de John Milton:
Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado.
Entiendes al ángel. Le entiendes perfectamente. No puedes ni enumerar la cantidad de veces que, a lo largo de estos años, has sentido esos versos como la vívida expresión de tu dolor interno.»
«Y al llegar al norte vuelves a girar, iniciando una nueva vuelta que recorre el parque casi en su totalidad. Cuatro kilómetros cada vuelta. Hay días que das tres vueltas. Hay días en que das cuatro. Hay días en que pierdes la cuenta. Da igual si hace calor, llueve o nieva. Es el mantra que impones a tu cuerpo y a tu mente. Correr hasta que no puedes más. Correr. Correr. Correr. «
Esta humilde escritora se ha limitado a dar una sola vuelta, a un ritmo tranquilo, sin música (al contrario que Oteiza, yo siempre corro con música) retomando después el camino hacia el Barrio de las Letras.
:-)
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