Obra del arquitecto Francisco de Urcola, fue inaugurado en 1912. Ha sido escenario de todas las ediciones del Festival Internacional de Cine de San Sebastián hasta 1999. Entre los años 2001 y 2007 se llevó a cabo el más profundo proceso de reforma del teatro, volviendo a ser uno de los edificios mas bellos de los que se utilizan durante las proyecciones del Festival de Cine. No había mejor lugar para situar a los protagonistas de «In Vino Veritas. En el Vino está la Verdad» tras los pasos de Schneider y del personaje misterioso.
Aprovecho que soy una habitual del Festival de Cine en todas sus ediciones, para acudir este Septiembre a proyecciones en el Teatro Victoria Eugenia, comprar entradas para un palco lateral y asi poder captar la átmosfera y tomar fotografías de todos los lugares donde se desarrolla la trama de la novela.
«Justo antes del comienzo, Schneider había subido al escenario para realizar una corta presentación. Después se retiró al palco principal, donde ahora parecía atender a la proyección con el mismo interés que el resto de los espectadores. Oteiza miraba hacia allí cada pocos minutos, comprobando que tanto Schneider como su misterioso acompañante seguían en el palco.»
«Cuando oyó sus voces al final del pasillo, se dio cuenta de que venían hacia ellos. Apenas tuvo tiempo de pensar. Miró a su alrededor, sopesando rápidamente las posibilidades. No había muchas. Eligió la más cercana. Abrió una puerta que suponía que era un palco. Pero no lo era. Era un pequeño cuarto repleto de cuadros eléctricos, cables de comunicaciones y paneles de interruptores. Agarró bruscamente el brazo de DeauVille y tiró de él hacia el interior. Cerró la puerta y se quedó escuchando.»
«Cuando la inspectora le vio cruzar la calle y tomar dirección hacia su antiguo barrio, empezó a inquietarse. Tranquila Oteiza, tranquila. Seguro que sigue caminando hacia la playa. Pero no lo hizo. Al acabar el puente giró a la derecha. La inquietud se convirtió en ansiedad, y comenzó a caminar más lento. Tanto que DeauVille la adelantó varios pasos y tuvo que detenerse para esperarla. No vio su interrogativo rostro, porque mantenía la mirada clavada en el sospechoso. Justo cuando llegaron al final del puente, empezó a faltarle el aire. Tranquila, Oteiza, tranquila.»
«Y haciendo acopio de las últimas fuerzas que le quedaban, consiguió poner en marcha sus piernas y comenzar a caminar hacia el río. Cruzó la calle sin mirar, y un coche tuvo que frenar bruscamente para no golpearla. No vio ni escuchó nada. DeauVille corrió hacia ella, se disculpó con un gesto ante la asustada conductora, y la siguió a corta distancia, a punto de agarrarla pero sin hacerlo, preparado para sostenerla, realmente asustado, incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo.»
«Al llegar al río la inspectora apoyó las manos en el frío metal de la barandilla. Se inclinó y cerró los ojos. Intentó controlar las nauseas. Se escuchó a sí misma, a su respiración profunda, al gemido que emitía su garganta cada vez que intentaba coger una nueva bocanada de aire. Y no pudo contener la repentina arcada que sacudió su cuerpo, y vomitó. Sintió el sabor amargo de la bilis, la acidez del Champagne al recorrer el camino de vuelta, y abrió los ojos viendo el pequeño charco que iba formándose a sus pies.»
Teatro Victoria Eugenia: http://www.victoriaeugenia.com/teatro/conoce_teatro.php
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