En agosto de 1914, la aldea agrícola de Pervyse estaba en primera línea y fue atacada con dureza, dejándola completamente destruida. Casi todos los habitantes abandonaron la aldea, y los demasiado tercos para no escapar, no sobrevivieron mucho. En los cuatro años que duró la guerra las únicas personas que habitaron en el pueblo fueron los soldados belgas, y dos mujeres británicas: Mairi Chisholm y Elsie Knocker. Dirigieron su propio puesto de primeros auxilios en Pervyse, sobreviviendo a intensos bombardeos, disparos de francotiradores y ataques con gas.
Una curiosa afición común las había unido antes de la guerra: Elsie y Mairi eran unas apasionadas de las motocicletas; se habían conocido en una de las muchas carreras que se celebraban entre Hampshire y Dorset.
Cuando estalló la guerra en agosto de 1914, Elsie tenía 31 años y Mairi solo 18. Un mes después, los dos se fueron a Bélgica para ayudar en el esfuerzo bélico dejando atrás a sus familias y amigos para unirse a un pequeño cuerpo de ambulancias independiente fundado por el médico británico Héctor Munro.
«Elsie quería alejarse de la triste vida post-victoriana que estaba llevando», dice el historiador flamenco Patrick Vanleene, «y la joven Mairi pensó que Elsie podría llevarla a una vida aventurera». En una carta a su tía, poco después de llegar a Bélgica, Mairi escribió: «Hay tanto que hacer aquí. Es demasiado horrible pensar en ello».
El punto de inflexión llegó cuando las mujeres se dieron cuenta de cuántos soldados estaban muriendo porque no podían ser tratados lo suficientemente rápido: las líneas del frente estaban demasiado lejos de los hospitales de retaguardia. Así que Elsie y Mairi decidieron hacer algo al respecto: dejaron el equipo del doctor Munro y se mudaron solas al corazón de la batalla. En la aldea de Pervyse las dos mujeres establecieron su puesto de primeros auxilios. Su ruinoso sótano, ‘Le Poste de Secours Anglais’, como se le conoció, estaba a pocos metros de la línea del frente belga. Al principio, contaron con la ayuda de sus antiguos colegas, pero a principios de 1915, solo eran Mairi y Elsie, ellas dos solas, arriesgando sus propias vidas para ayudar a salvar las de los soldados belgas.
«Uno ve las escenas más horribles imaginables, hombres con las mandíbulas desgarradas, brazos y piernas mutilados, y cuando entras en la habitación uns se horroriza por el sufrimiento… que es espantoso. Nunca hubiera podido creer que tendría que soportar todo esto».
Extracto del diario de Mairi, 1914.
“Había tantos cadáveres, muertos, moribundos, con heridas leves o conmocionantes, tirados en el suelo, que era difícil caminar sin pisarlos.
«Dos niños pequeños con una carretilla de mano llevaron a los muertos al vertedero… Cuando nuestras ambulancias llegaban con una carga nueva, teníamos que ponernos manos a la obra apartando a los muertos para dejar espacio a los vivos».
Extractos de las memorias de Elsie, 1964
Las dos mujeres vivían en condiciones precarias. No tenían agua corriente, ni baño y la mayor parte del tiempo solo podían conseguir comida básica como tomates y sardinas enlatadas. Aparte de su trabajo médico en el puesto de socorro, Mairi y Elsie eran una presencia constante en el frente, a menudo repartiendo chocolate caliente y sopa a los agradecidos soldados belgas. Se las mencionaba con regularidad en los diarios, poemas y canciones de los soldados, y también se les entregaban regalos. En poco tiempo, las mujeres fueron conocidas como Madonnas o Ángeles de Pervyse. Y no solo los soldados apreciaron su trabajo. En enero de 1915, Elsie y Mairi recibieron la Orden de Leopoldo II y la Cruz del Rey Alberto I de Bélgica, y en octubre de 1917, también la Medalla Militar Británica.
“La Navidad de ese año apareció en forma de ángel británico. Ella llegó a mi puesto de observación, vestida con un abrigo de cuero, con ojos brillantes y sus manos llenas de regalos. Había obsequios pequeños y útiles y también un trozo de tarta de ciruelas. Nosotros le obsequiamos con una cinta belga tricolor. Gracias por los regalos, gracias por esta sorpresa y gracias por la sonrisa».
Entrada del día de Navidad de 1914 en el diario del capitán Robert De Wilde, observador de artillería.
A medida que su reputación se incrementaba, también lo hizo la publicidad que rodeaba a las Ángeles de Pervyse. Elsie y Mairi se convirtieron en celebridades de su época: fueron elogiadas en la prensa y tratadas como estrellas en sus visitas de regreso a suelo británico. Sin una fuente de ingresos, los viajes a casa fueron cruciales para conseguir apoyo y dinero, y la pareja se convirtió en expertas en hacer lo que tenían que hacer para recaudar fondos.
Su trabajo continuó durante los años de la guerra, pero en 1918 ambas resultaron gravemente heridas en un ataque con gas y regresaron al Reino Unido para recibir tratamiento. Ninguna de las dos estaba en Pervyse cuando llegó el Armisticio.
Después de la guerra, las dos mujeres siguieron por caminos diferentes. Elsie era casi adicta al peligro de lo que había estado haciendo durante los cuatro años de la guerra, mientras que Mairi quería pasar página y olvidar. Así que, mientras Elsie intentaba aferrarse a su vida anterior, Mairi siguió adelante.
Elsie escribiría en sus memorias que solo había encontrado un verdadero sentido de propósito y felicidad de la vida durante la guerra. «La ‘Heroína de Pervyse’ me llamó la prensa, pero diez años después era una historia diferente. […] Pervyse fue, y es, todo lo mejor y más satisfactorio de mi vida entera».
Elsie murió el 26 de abril de 1978 y Mairi el 22 de agosto de 1981.