Los «Petites Curie» son el sobrenombre que reciben los vehículos que Marie Curie equipó con unidades de radiología durante la Primera Guerra Mundial.
Cuando estalló la guerra, Marie Curie, ganadora de dos premios Nobel, ya tenía una sólida reputación científica. Podía haberse mantenido alejada del conflicto pero, por el contrario, decidió participar activamente en él. Diseñó las unidades móviles de radiología, entonces llamadas «ambulancias radiológicas», que posteriormente serían bautizadas por los soldados franceses como «les petites Curies».
Consistían en vehículos que llevaban un aparato de rayos X en su parte trasera y una dinamo que, accionada por el motor del coche, producía la corriente necesaria. Para llevar a cabo su construcción convenció a diversas aristócratas y burguesas para donar sus vehículos privados, y encargó a talleres de carrocería de automóviles la transformación de los mismos en furgonetas. Consiguieron equipar dieciocho unidades móviles, la primera de las cuales fue un camión Renault que entró en servicio a finales de 1914. A parte de estas unidades móviles también diseñó y encargó la construcción de doscientos equipos fijos para salas de radiología en hospitales de campaña.
Al inicio de la guerra, a los heridos se les brindaba un tratamiento de urgencia en el mismo lugar de la batalla para ser después evacuados a los hospitales. Pero el uso de nuevas armas como ametralladoras, o proyectiles que al explosionar provocaban una lluvia de metralla, hizo que los diagnósticos en el campo de batalla fueran más complejos. La estabilización del frente, a partir del otoño de 1914, permitió al ejército francés reorganizar la atención de sus heridos. Aquí es donde entra Marie Curie. Ya en 1914 se embarcó en una primera campaña basada en un automóvil equipado con equipos de investigación en radiología. El objetivo era, por supuesto, limitar el movimiento de los heridos tanto como fuera posible, antes de que sus lesiones fueran radiografiadas. Esta disciplina, inédita en su momento, permitió localizar con precisión la ubicación de los fragmentos y así facilitar la operación quirúrgica. Esto, dependiendo de la gravedad, podría posponerse y por lo tanto realizarse en el hospital, o realizarse inmediatamente en el lugar. Si bien la iniciativa fue recibida inicialmente con cierta reticencia por los médicos militares, el buen resultado de los «Petites Curies» en el diagnóstico y en la práctica quirúrgica les hizo cambiar su opinión.
Aquellas dieciocho furgonetas ligeras recorrieron sin descanso los distintos campos de batalla: el Marne, Verdún, el Somme… Marie Curie se dedicó a esta misión durante todo el tiempo que duró la guerra e incluso obtuvo su licencia de conducir para efectuar por ella misma misiones en el frente, acompañada por su hija Irene. A lo largo de todo el conflicto Marie Curie atendió personalmente a cerca de 1.200 soldados y se estima que, durante la guerra, se empleó la técnica radiológica para atender a más de un millón de personas.