La ofensiva de Somme de 1916 fue una de las batallas más grandes y sangrientas de la Primera Guerra Mundial. El primer día del ataque, el 1 de julio de 1916, el ejército británico sufrió 57.000 bajas, siendo hasta ahora el día más sangriento de su historia militar. La campaña finalmente terminó a mediados de noviembre, después de una agonizante lucha de cinco meses que no logró asegurar un gran avance.
Después de fracasar en 1914-15 todos los intentos para romper el estancamiento fangoso de la guerra de trincheras, los aliados desarrollaron un nuevo plan: Un «gran empujón» en el frente occidental que coincidiría con ataques de Rusia e Italia en otros lugares. Los británicos querían atacar en Bélgica. Pero los franceses exigieron una operación en el punto de la línea aliada donde se encontraban los dos ejércitos, a lo largo de un frente de 40 km en el río Somme en el norte de Francia.
Las fuerzas del Imperio Británico estaban al mando del general Sir Douglas Haig. Presionado para atacar en un momento y en un lugar que no era de su elección, Haig también estuvo en desacuerdo con su comandante superior, el teniente general Sir Henry Rawlinson. Este último defendía tácticas modestas de «morder y aguantar» y tenía poca confianza en un gran avance. Pero los franceses eran el socio principal de la alianza, por lo que Haig tuvo que adaptarse a sus puntos de vista.
El general Ferdinand Foch lideró a los franceses. En principio su papel iba a ser mucho mayor, pero la desesperada situación en Verdún redujo su papel en la operación. El plan de Haig era que el Cuarto Ejército británico se abriera paso en el centro, mientras que el Tercer Ejército en el norte y el Sexto Ejército francés en el sur realizaban ataques de distracción. Si la táctica tenía éxito, el Ejército de Reserva, incluida la caballería, explotaría esta brecha y se desplegaría ante la línea alemana.
Pero los alemanes estaban apostados detrás de un formidable conjunto de defensas, cuya fuerza había sido subestimada por la inteligencia aliada.
El 24 de junio de 1916, los británicos comenzaron un bombardeo preliminar de siete días. Se esperaba que la artillería de Haig destruyera las defensas y los cañones alemanes y cortara el alambre de púas frente a las líneas enemigas. Después, cuando comenzase el ataque directo, la artillería también proporcionaría un aluvión progresivo detrás del cual la infantería podría avanzar. Los británicos creían que los alemanes quedarían tan destrozados por este bombardeo que la infantería ocuparía rápidamente sus trincheras. Pero sobreestimaron la resistencia de las líneas enemigas y su potencia de fuego en respuesta.
Los británicos dispararon 1,5 millones de proyectiles: muchos eran metralla, que arrojaba bolas de acero cuando explotaban. Fueron devastadores contra las tropas al aire libre, pero en gran medida ineficaces contra los duros refugios de hormigón. Muchos proyectiles también estaban defectuosos y no explosionaron. Las defensas alemanas no fueron destruidas y en muchos lugares el alambre de espino aguantó intacto.
Los aliados también usaron minas para destruir las líneas alemanas antes de la batalla. Una de ellas fue detonada en Hawthorne Ridge 10 minutos antes de la Hora Cero, creando un enorme cráter, lo que sin duda les indicó a los alemanes que se avecinaba un ataque.
A las 7.30 de la mañana del 1 de julio de 1916, atacaron 14 divisiones británicas. La infantería de Haig se encontró con una tormenta de fuego de ametralladoras, rifles y artillería. Sufrieron más de 57.000 bajas durante el día. Aunque los franceses hicieron un buen progreso en el sur y hubo algunos éxitos locales, en la mayoría de los lugares el ataque fue un fracaso sangriento. Pero con los franceses todavía bajo presión en Verdún, no se podía suspender la ofensiva.
Como relata el Teniente Alfred Bundy:
«Pasé por encima de la trinchera… después de un período interminable de terrible aprensión. Nuestra artillería pareció aumentar en intensidad y los cañones alemanes se abrieron en Tierra de Nadie. El estruendo era ensordecedor, los humos te sofocaban y la visibilidad era muy limitada debido al polvo y a las nubes provocadas por la explosión de los proyectiles. Era un verdadero infierno. Estaba esperando que me volaran en pedazos. Mi pelotón seguía avanzando en buen orden sin muchas bajas y había llegado a la mitad de la línea Boche cuando de repente, una terrible ráfaga de ametralladora se abrió contra nosotros y todos mis hombres comenzaron a caer. Grité «¡al suelo!» pero la mayoría de los que aún no se habían puesto a cubierto fueron alcanzados. Caí en un cráter de obús y de vez en cuando intenté moverme hacia la derecha y hacia la izquierda, pero las balas formaban una barrera impenetrable y exponer la cabeza significaba una muerte segura. Ninguno de nuestros hombres era visible, pero en todas direcciones llegaban lamentables gemidos y gritos de dolor ”.
Más ataques entre el 3 y el 13 de julio terminaron con otras 25.000 bajas. Pero, gradualmente, las tácticas británicas mejoraron. El 14 de julio, cuatro divisiones británicas realizaron un ataque al amanecer en Longueval Ridge. Apoyados por un intenso bombardeo de artillería, sorprendieron a los alemanes y, a media mañana, habían logrado capturar la cresta. Los ataques continuaron durante el verano —principalmente en una serie de objetivos individuales—, y los alemanes con frecuencia respondieron con sus propios contraataques. La ofensiva de Somme constó en total de 12 batallas separadas, muchas de las cuales se convirtieron en luchas que duraron semanas.
El 18 de noviembre de 1916, con el clima deteriorándose cada vez más con la llegada del invierno, Haig dio por concluida la ofensiva. Los aliados solo habían avanzado 12 km, el Imperio Británico había sufrido 420.000 bajas y el francés 200.000. Las pérdidas alemanas fueron al menos 450.000 entre muertos y heridos. Para muchos, la batalla ejemplificó la matanza «inútil» y la incompetencia militar de la Primera Guerra Mundial. A pesar de las controvertidas tácticas, desde el punto de vista militar la batalla brindó una dura lección sobre cómo librar una guerra a gran escala.
La mayor parte de las tropas británicas involucradas en la Batalla del Somme eran voluntarios sin experiencia del llamado «Nuevo Ejército». De la experiencia obtenida en la batalla surgió un ejército más profesional y eficaz. Y las tácticas que se desarrollaron allí, incluido el uso de tanques y bombardeos progresivos, sentaron algunas de las bases del éxito de los aliados en 1918. El Somme también logró aliviar la presión sobre los franceses en Verdún, abandonarlos habría puesto a prueba en gran medida la unidad de la Entente.